Llego a casa tras un día de charla, de discusión, de argumento, razonamiento, escucha y debate.
Al abrir la puerta encuentro miles de silencios pendientes, que me esperan, saltando, sonriendo, porque he llegado temprano hoy.
Abro mi cápsula hecha de tela de medusa, donde el material urticante me protege de cualquier contacto externo, y cierro por dentro. Tapo mis oídos con dos pequeñas conchas marinas y empieza el silencio absoluto.
Cierro los ojos y, en esta placenta emocional, sólo me vienen a la mente tus ojos, tus manos, tu espalda alejándose. Visiones nítidas de un pasado perfecto, acabado.
Empiezo a controlar la respiración, evitando la agitación, y así saboreo esas imágenes, poniendo mi mano en tu cadera, rodeando la cresta ilíaca con mi dedo pulgar. Miro hacia arriba y te veo, amenazando mi sueño, buscando tu tesoro, vislumbrando tu victoria…
0 comentarios